31 de diciembre de 2014

CLANNAD - El mundo que ha terminado y la historia de toda una vida


Nada nace; nada muere. Un mundo inmóvil donde ya no existe el tiempo.

Iconos. A día de hoy encontramos iconos por todas partes. Es difícil concebir el mundo del cine sin Titanic, por poner un ejemplo, o el mundo de la literatura sin pasar por las tierras manchegas de Don Quijote. Se trata de figuras que, para bien o para mal, han logrado hacerse un hueco duradero en las corrientes del tiempo, calando hondo en la cultura popular.
Pues bien, el mundo del anime también ha sido testigo del nacimiento de algunos de estos iconos, y hoy hablaremos en concreto de uno de ellos; cuya obra original es considerada por muchos como una de las cumbres narrativas de Key -siendo quizá la otra Little Busters!-. Hablamos de una historia que nos llevará a aventurarnos en los misteriosos y bellos parajes de un mundo que ya ha terminado, mientras redescubrimos el sentido de ese milagro al que llaman vida. Hablamos de CLANNAD.


CLANNAD -un término derivado del irlandés clann, familia- nos presenta en sus primeros capítulos la complicada historia de un estudiante en su último año de bachillerato, Tomoya Okazaki. El muchacho, que dista mucho de ser un estudiante modélico, esconde tras de sí un pasado y una situación familiar complejas y nada agradables, y como resultado de ello, contempla la ciudad en la que vive con una cierta inquina. A través de sus pensamientos, que son lo primero que se nos muestra en el primer capítulo, asistimos a una solitaria versión de su vida: "odio esta ciudad. Está llena de recuerdos que quiero olvidar." Su día a día es gris, va al instituto cada día sin preocuparse realmente por lo que deba hacer allí, charla con algunos amigos, y luego vuelve a una casa que desearía no tener que volver a pisar nunca. Sin embargo, durante una mañana de primavera, mientras contempla con cierta resignación la larga y empinada colina que debe subir en su camino al instituto, un rayo de luz alcanzará su vida, y lo llevará a un mundo más colorido, al lugar de esta ciudad donde los deseos se hacen realidad.


¿Te gustaría acompañarme?

Durante los primeros compases de la obra, el espectador podría creer que se trata, sin lugar a dudas, de otra comedia romántica estudiantil más. Cada temporada de anime es un hervidero de estrenos de este tipo, por lo que CLANNAD podría pasar desapercibido entre la marea para cualquiera que no haya seguido la pista de anteriores trabajos de Key, como podrían ser Kanon o AIR. Sin embargo, no podríamos estar más alejados de la realidad.

CLANNAD es, ante todo, una historia sobre la familia. El concepto en sí tiene una definición cuanto menos compleja. ¿Hablamos de lazos sanguíneos? ¿De personas viviendo bajo un mismo techo? ¿De relaciones sentimentales? Es difícil tratar de aproximarse al significado correcto y concreto de lo que la palabra familia representa. Sin embargo, a lo largo de su historia nos acercaremos al concepto mediante la presentación de diversas problemáticas relacionadas con la familia. En primer lugar entra en escena la familia de Nagisa Furukawa, una familia feliz, aparentemente ajena a los problemas del resto de las familias, idealizada, perfecta. La familia de Nagisa es la clara oposición a la del resto de los personajes, la que marca el contraste. A partir de ahí se producirá una ruptura con esa idea del hogar cándido y amable, y nos sumergiremos de lleno en un recorrido lleno de dolor, pero también de belleza, y Tomoya descubrirá que no todos los problemas son causados por la malicia humana, sino que a veces es el propio destino el que nos pone a prueba.


¡Goo!

Esto es importante, porque la visión que Tomoya tiene de su padre no participa de esta idea. Él ve a su padre como una sombra de lo que es en sus recuerdos, despojado de su función, es algo que se ha roto. Pero nadie dijo que las pruebas del destino fueran sencillas, y a través de las historias de todos los demás personajes, Tomoya crecerá para darse cuenta de que a veces se necesita algo más que una voluntad férrea para superarlas: necesitamos apoyarnos en alguien. El ser humano es un ente social por naturaleza, y aunque a menudo la sociedad lo corrompe y lo degrada a un estado miserable, es esta misma sociedad la que le permite alcanzar sus estados más elevados de evolución y desarrollo personal. El hombre, por sí solo, no es capaz de trascender las fuerzas del destino, de superar los juicios del azar. Y como no puede hacerlo, en lugar de continuar en solitario, se asocia, se enlaza a otros que están intentando superar sus mismas dificultades. Esto lo vemos en cualquier sector de la vida cotidiana, y es finalmente la fuerza política misma que impulsa el mundo de los humanos -fuerza política entendida desde el punto de vista platónico; como impulso psicosociológico que lleva a los humanos a establecer colectivos y sociedades cada vez más globales, más complejas, capaces de hacer frente a los nuevos problemas que vayan surgiendo-. Si una persona no puede hacer frente a un problema, aunará fuerzas con otra que esté atravesando una situación similar. Si a pesar de todo no son capaces de superarlo, se asociarán a su vez con una tercera persona. Y cuando consigan superar este problema, aparecerá uno mayor que requerirá de la ayuda de más agregados, de más conjuntos de personas. Y fueron a llamar a otro elefante.

Ahora bien, ¿qué ocurre cuando el vínculo no puede ser establecido? El padre de Tomoya no tiene a nadie en quien apoyarse. La única persona con la que podría contar es su propio hijo, pero se ve a sí mismo incapaz de cargar su dolor en esa figura pequeña y delicada a la que se suponía que debía proteger. Observamos entonces un resquicio que arroja algo de luz sobre su actitud hacia Tomoya. En palabras de nuestro protagonista, su padre se dirige hacia él como si fuese un extraño, como si no lo conociese. Podemos, entonces, interpretar esta actitud como un acto reflejo: para alejar a Tomoya de su propia situación, su padre decide alejarlo del núcleo de su dolor, de sí mismo y de su idea de la familia. En este sentido, la versión del padre no difiere mucho de la del propio Tomoya: se trata de un hombre acabado, que no hará nada más, porque no puede hacer nada más.


Claro, querida.

Aunque la historia empieza conducida por el deseo de Nagisa de reabrir el club de teatro, muy pronto nos desviaremos del camino para acercarnos a la vida del resto de las heroínas de la novela visual. Dado que esto es una adaptación animada, es inviable que Tomoya establezca relaciones amorosas con todas las chicas -dejando de lado el apartado moral, anularía cualquier tipo de sensibilidad en el personaje-, pero sus historias continúan siendo tratadas con delicadeza, y si bien no entramos en ellas en profundidad, sí nos asomamos a las vidas del resto del plantel lo suficiente como para ser partícipes de sus problemas, empezando por Fuuko. La pequeña y adorable lolita de primer curso exhibe una actitud fundamentalmente infantil hacia el mundo que la rodea, hasta el punto de llegar a resultar cargante -pese a los más que satisfactorios intentos de trolleo por parte de Tomoya, que irán desde meterle zumo por la nariz hasta poner a Ryou en su lugar para que le diga que ella es Tomoya y que a veces esa cosa se cae-, pero pronto asistiremos a la problemática de su familia. La muchacha solo quiere que la boda de su hermana, la ex-profesora Kouko Ibuki, sea un día memorable para ella, pero el destino parece haberse puesto en su contra, y aunque Kouko sonría y se mantenga fuerte, Fuuko sabe que su hermana mayor lo está pasando mal por su culpa. 

A pesar de todo, con la ayuda inestimable de Tomoya y de Nagisa, Fuuko logrará sobreponerse a su particular problema durante el tiempo suficiente como para ver el fruto de su trabajo. Y es aquí cuando descubrimos que, incluso aunque nosotros mismos no seamos conscientes de ello, existen personas que son capaces de traer luz a nuestro presente, con tan solo un gesto, una sonrisa, una palabra o una estrella de mar. Estas personas permanecen grabadas a fuego, tal vez no en nuestra memoria, pero están ahí, incrustadas en lo más profundo de nuestro ser, una intención amable, una emoción sincera. Y así, al son de la espectacular Ana de Lia, Fuuko se acerca finalmente a su hermana para desearle, en el día de su boda, el futuro más feliz que sea capaz de imaginar. Tenemos, entonces, la primera luz en el oscuro viaje en pos del significado de la familia. Familia es quien desea felicidad para otra persona.


Vestidos de novia y estrellas de mar. Este anime lo tiene todo.

Llegamos entonces a la historia de Kotomi Ichinose, una muchacha con una personalidad bastante particular que pronto conectará con Tomoya y gracias a él conseguirá abrirse al resto de los personajes. A través de la historia familiar de Kotomi nos vamos dando cuenta de una verdad fundamental: la gente se muere. Somos seres efímeros, atravesamos el mundo rápidamente, casi con vergüenza, y finalmente nos marchamos. Es triste, pero así es la ley de la vida. Sin embargo, podemos extraer algo de este hecho incuestionable: precisamente porque la gente se muere, el presente es un valioso tesoro. Kotomi no dijo todo lo que querría haber dicho, y se arrepintió de ello hasta mucho después. Tomoya olvidó algo muy importante, y el sentimiento de culpa ha vuelto ahora para atenazarlo. Sin embargo, comprendiendo el valor de ese presente, Tomoya saca fuerzas de un vínculo pasado para evitar que se vaya al traste. Pero Kotomi, que observa en silencio los esfuerzos de Tomoya, tiene una espina clavada en el corazón, pues aunque agradece lo que su amigo está haciendo por ella, sabe que eso no traerá de vuelta el presente que ella dejó escapar.

Kotomi llega hasta nosotros blandiendo una cita de The Dandelion Girl, un relato breve del escritor de ciencia ficción Robert F. Young. "Anteayer vi un conejo. Ayer, un ciervo. Hoy, a ti." Esta cita, que suena aparentemente fuera de contexto considerando la situación en la que se dice en la obra, es en realidad una súplica al tiempo, una petición desesperada por parte de Kotomi. Que el tiempo se detenga. Que el presente se conserve. Que todo lo valioso que ha pasado por mi vida pueda ser atesorado. Kotomi es, entonces, una muchacha descontextualizada. Su existencia, su vida, se ha quedado estancada en aquellos años en los que tocaba inocentemente el violín en su jardín de cuento de hadas. Allí donde su padre le hablaba de la teoría de las arpas, donde encontramos por primera vez una referencia al mundo que ha terminado, un estrato primigenio que se desprendió de nuestro mundo cuando éste aún no había tomado forma.


Y MAÑANA, UNA ZARIGÜEYA.

Y sin embargo, la señal que Kotomi estaba esperando para avanzar, llegó de las manos más inesperadas. "Querida Kotomi: el mundo es precioso." Con esta afirmación comienzan las palabras dirigidas a la muchacha. Unas palabras que han atravesado tierras y mares, abanderadas por un deseo pronunciado en mil y un idiomas. Estas palabras le revelan a Kotomi una verdad sobre el mundo: la gente no se muere sin más. Nuestras existencias se deslizan a través del arpa, dejando tras de sí una estela, un rastro, un osito de peluche, una nota de belleza infinita. "Solo porque no puedan ser probados científicamente, no deberías burlarte de los milagros", decía el padre de Kotomi. "No le niegues a tus ojos la belleza de este mundo." Efectivamente, el mundo es hermoso. Prueba de ello es que tal afirmación haya llegado hasta Kotomi. Y con ella, llega una segunda pincelada al concepto de la familia. Familia es quien enseña, familia es quien aprende, y familia es quien descubre. La familia está intrínsecamente ligada a la sabiduría. Pero, ante todo, familia es quien transmite, quien comparte ese valioso tesoro.

Después de la historia de Kotomi, nos asomamos brevemente a la situación familiar de Sunohara, y a la de las hermanas Fujibayashi. De ellas extraemos nuevos bloques para construir nuestro concepto de familia; en ambos casos se trata de lazos fraternos, pero las conclusiones que sacamos son diferentes. En el caso de los hermanos Sunohara, familia es quien protege: observamos un vínculo protector -aunque es difícil decir quién protege a quien, esta idea será ampliada en la segunda temporada-, vemos a dos personas que se cuidan entre sí, sin compromisos ni grandes pretensiones en esta temporada, de una forma simple y natural. Con Kyou y Ryou, en cambio, cuya situación se desarrolla con un poco más de profundidad, tenemos un matiz diferente: familia es quien apoya a otra persona. Vemos que Kyou está dispuesta a traicionar sus propios sentimientos para que su hermana pueda ser feliz, aunque al final la jugada saldrá mal para ambas, que finalmente serán honestas la una con la otra y sufrirán juntas un rechazo que es solo agridulce, pues en sí mismo, implica también una reconciliación entre ellas.


Encantador.

Finalmente, y a medida que avanzan los preparativos de la obra de teatro, comenzamos a explorar la situación de Nagisa. Su familia, aparentemente idílica y en perfecta armonía, no escapa sin embargo de los problemas, de la desdicha, de los sueños rotos. El telón está a punto de levantarse y ha llegado el momento de la gran obra, pero Nagisa no está preparada para salir al escenario. ¿Cómo podría, después de haber tirado por la borda el sueño de otros, vivir el suyo propio sin remordimientos? Existe un mundo que ha terminado. Dentro y fuera de Nagisa, pues mientras la chica que vive sola en el mundo que ha terminado lamenta su soledad y la de su amigo, Nagisa se hunde en su propio sentimiento de culpa. Existe un sueño que ha terminado. Nada nace; nada muere. Un sueño inmóvil donde ya no existe el tiempo. ¿Ese es el final? ¿Así termina la triste historia de los deseos humanos? ¿Con una chica que vive sola en un paraje donde nada más puede existir? No. Cuando un sueño termina, otro comenzará. Y es entonces cuando Akio, de una forma poco elegante pero francamente acorde a su personaje, nos dará la última clave de esta temporada, que encajará con fuerza en la definición que buscábamos.

Familia es un sueño. Familia es un deseo, la fuerza primaria que emana de nuestras esperanzas e ideas. Nosotros vivimos, creamos algo, algo grande, y lo rompemos, pero no de forma brusca y violenta, sino con amabilidad, con dulzura. Guardamos una pequeña parte de eso, la atesoramos en lo más profundo de nuestro ser, y el resto se lo entregamos a alguien importante, a alguien que pueda construir con ello algo más grande de lo que nosotros pudimos. Y entonces, eso se va haciendo más y más grande. ¿Podemos sentirnos frustrados porque no fuimos nosotros quienes hicimos lo más grande? Sí. Pero también es nuestro derecho y nuestro deber sentirnos orgullosos de ser parte de eso, de haber creado algo más, de haber legado nuestro sueño, nuestra existencia, a otra persona. Y ahora, lo demás, queda en manos de Tomoya y Nagisa. Ellos serán quienes deberán construir la siguiente obra. Para que su sueño, su familia, siga creciendo.


SUAAAVEEEEEE <3

En la humilde opinión de un servidor, pocas historias captan tan bien la esencia de lo que es la familia como CLANNAD. Hablamos de una historia de amor, sí, pero de una historia de amor con una sensibilidad difícilmente vista en otras obras del formato. CLANNAD escapa del tópico y de lo cursi para ofrecernos una visión del amor desnuda, sin edulcorar, pero sin dramas innecesarios, simplemente tal cual es, con sus luces y sus sombras. Esto, junto al hermoso y cuidado apartado visual, las más que entretenidas escenas de comedia -abanderadas fundamentalmente por Sunohara y los momentos épicos de Trollmoya, el cual sin lugar a dudas es el personaje protagonista más carismático que he conocido en años-, y la fascinante banda sonora aderezada con la increíble voz de Lia, hace que, en conjunto, CLANNAD sea un anime ameno y emotivo, un diamante en bruto pulido y mimado por los equipos de Visual Art's/Key y Kyoto Animation, que fácilmente sobresaldrá para cualquiera que sepa apreciar el género.

Y sin embargo, lo mejor aún está por venir. Todavía tenemos mucho por vivir; y CLANNAD es solo el principio. Pues aunque esta primera temporada sea cuanto menos emotiva, es necesario sin embargo hacer una pausa aquí y mirar al frente, hacia CLANNAD After Story, y afrontar el torbellino emocional en el que nos veremos inmersos. Este es un mundo que ha terminado...


En un pasado lejano, o quizá en un futuro distante...

Resumen de la Review

Lo mejor: Visual Art's/Key, eso ya habla por sí solo. PUHI. La personalidad de Tomoya simplemente te empuja a amarlo. La increíble Ana de Lia, junto al resto de la banda sonora. Dango, Dango, Dango, Dango.

Lo peor: que no podamos conocer más en profundidad la historia detrás de Tomoyo y las gemelas. Aunque aparecen en las OVAs de Another World, se hubiera agradecido que sus personajes hubiesen estado algo más integrados en la historia, como Fuuko y Kotomi. Que en sus primeros capítulos pueda pasarte por una comedia romántica estudiantil más y la abandones.

Puntuación: 9.5/10

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