6 de abril de 2014

PMM☆M: The Rebellion Story - Paraíso Perdido


Ley del Ciclo

Gracias a Madoka, sabemos que el oficio de la Puella Magi -o chica mágica, como se lo conoce más tradicionalmente-, dista enormemente de ser el camino de rosas y purpurina que reflejan muchas de las historias del género. Sin embargo, nuestra amada Diosa de la Esperanza ha puesto su granito de arena para contribuir a la creación de un mundo mejor, y nos ha dejado precisamente con eso; un universo en el que, al menos, la esperanza no debe ser tornada en una maldición como si fuera una ley física inexorable.
Sin embargo, no todo es luz y alegría en el nuevo mundo de las Puellae Magae: en Rebellion Story podremos ver que, una vez más, nada es lo que parece. Pero ahora, estamos preparados.

Como ya vimos en el anime de la franquicia -del cual por cierto también hay reseña en este blog-, la historia de MadoMagi nos plantea una sombría aunque eficiente deconstrucción del género del magical girl. La película es para nosotros una ventana al nuevo universo, en el que las chicas mágicas combaten valientemente contra las pesadillas que acechan en las noches de los habitantes de Mitakihara. Nos ponemos, una vez más, en la piel de Kaname Madoka, una muchacha dulce donde las haya que estudia secundaria y, junto con algunas de sus mejores amigas, guarda un preciado secreto: es una chica mágica, un ser cuya magia concede esperanza a la humanidad y vela por su bienestar.
Y ante Madoka y sus amigas, aparece Akemi Homura, una estudiante de intercambio algo tímida que resulta ser también una de estas chicas mágicas. Ahora, las cinco muchachas, acompañadas del monstruoso adorable Kyubey y de la graciosa Bebe, lucharán contra las pesadillas que amenazan la paz de la ciudad.


Una dosis de purpurina y transformaciones se acerca a vuestras pantallas.

Pese a este inicio tan encantador como desconcertante para aquellos que hayáis visto la serie, pronto empieza a surgir el mal presentimiento: los decorados, si bien en un principio son los de la Mitakihara que todos conocemos, nos presentan en determinados puntos de la historia matices extraños, cosas fuera de lugar, surrealismos oníricos de los que nadie parece darse cuenta. Y eso es algo por lo que esta película, ya de entrada, merece ser premiada. El cuidado apartado gráfico supera con creces al de la serie; el largometraje es un regalo visual que nos entra por los ojos, nos conmueve, nos sorprende y nos inquieta. Ya sean los arcos, puentes y acueductos que se acumulan sobre los edificios de la ciudad, el gigantesco parque eólico de pesadilla que se extiende a lo largo de la ruta del bus, o los dirigibles que sobrevuelan el prado de flores como inmensos moscardones, todo nos da una sensación desapacible, melancólica. Si no hay inquietud en el ambiente, por lo menos podemos asegurar que hay tristeza.

Homura es la primera en notar esto, y pronto se lo hará saber a Kyouko, la cual hace gala de toda la franqueza que muestra también en la serie. Nos encontramos aquí con una Kyouko heredera, al mismo tiempo, de su egoísmo y del de Sayaka: su deseo de hacer algo frente a lo que sea que esté ocurriendo nace, en un primer lugar, de su frustración personal -digna reacción de la Kyouko que vemos en la serie-, pero finalmente querrá poner remedio por el bien de todas las personas de la ciudad. Este es el egoísmo de Sayaka en su estado más puro, pues, ¿realmente quieren los habitantes de Mitakihara conocer la aterradora verdad que aguarda ahí fuera? ¿Está bien obligar a todos los ciudadanos a conocer y aceptar esa verdad solo porque es lo correcto?


¿Lo dices por las mesas de seis metros, o por el árbol que da campanas?

Sin embargo, la curiosidad humana es persistente -e incluso podría uno pensar que hay cierta malicia detrás de ello-, y, una vez que Homura se da cuenta de que algo no anda bien, es difícil para ella dejarlo pasar. En una primera instancia, HomuHomu culpará a Bebe de lo que está ocurriendo, muy posiblemente en base a su apariencia. Sin embargo, Bebe insiste en que no sabe lo que está pasando, y suplica a Homura que la deje marchar. Ante la aparente determinación de la joven a acabar con Bebe, Mami aparece para salvar a su buena amiga, situación que nos regala una encarnizada batalla entre dos de las chicas mágicas más veteranas de la serie, un espectáculo de luces que tiene lugar, como sospechábamos, en una Mitakihara que se ha retorcido, que ya no es la ciudad que conocíamos.

Sin embargo, Sayaka aparece para salvar a Homura, y en un espacio que nos recuerda vagamente al callejón en el que Kyouko y Sayaka lucharon por primera vez, la Puella Magi de la gema azul advierte a Homura de que podría estar en un error. Esta escena es cuanto menos curiosa: nos encontramos a Sayaka diciéndole a Homura que no cometa el mismo error que ella, que no caiga en un heroísmo absurdo suponiendo que la bruja es malvada por ser una bruja, suponiendo que los ciudadanos quieren saber la verdad, suponiendo que el saber lo que está ocurriendo no le causaría a la propia Homura un daño irreparable. Pero HomuHomu no quiere atender a razones; está decidida a hacer lo que sea por descubrir la verdad y destruir al causante de todo aquello. Y mientras Homura pretende iniciar una segunda batalla contra Sayaka, ésta última desaparece entre el vuelo de su capa, dejando tras de sí únicamente el efímero reflejo de Oktavia Von Seckendorff.


¡Mascarpoooone~!

Sin embargo, un detalle crucial en la memoria de Mami ha hecho que Homura comience, ahora sí, a intuir qué es lo que realmente está ocurriendo en Mitakihara. Y, cuanto más cerca está de la verdad, más crece su anhelo por llegar a descubrirla. Es entonces cuando la pieza faltante entra en el puzzle: Madoka se acerca a ella, con la intención de aliviar su dolor, de ser un hombro sobre el cual llorar. Entonces HomuHomu decide sincerarse; le habla de su sueño, de un mundo que ahora es un recuerdo neblinoso. Madoka la abraza, le asegura que solo es un mal sueño, se sienta junto a ella y le promete que jamás se marchará, pero es una promesa vacía. La pelirrosa intenta rehacer las trenzas de HomuHomu con dulzura, acariciando su cabello mientras la abraza, susurrando al oído de Homura lo que ella llevaba años esperando oír. Sin embargo, Homura ha comprendido ya demasiadas cosas sobre lo que está ocurriendo, y se suelta del abrazo de Madoka; las flores se marchitan, y su cabello vuelve ahora a caer liso por su espalda.

Nos encontramos entonces por fin cara a cara con el que probablemente sea uno de los seres más repugnantes del universo: Kyubey. Tras la aleatoriedad de cientos de relojes sonando al unísono, búhos posándose en un autobús en llamas y un coliseo de acueductos que parece más un expositor de muñecas suspendido sobre la ciudad y bajo una luna llena sangrante, el agujereable alienígena le revela finalmente a Homura las condiciones de su experimento: nos encontramos entonces con un erial devastado, donde una única figura femenina yace sobre el altar, donde un tenue centelleo de luz flota en una jaula. Homura decide, entonces, hacer lo que siempre ha hecho: matar al monstruoso engendro que las ha estado usando, con el único propósito de comprobar y demostrar la existencia de la Ley del Ciclo. Podríamos pensar que no es algo muy diferente de lo usual, pero nos encontramos aquí con una Homura que se ha vuelto como Sayaka: víctima de un egoísmo heroico-trágico, ha sido cegada por la luz de una justicia que en realidad no es justa para nadie. Sin embargo, Homura, a diferencia de Sayaka, se negará a aceptarlo sin más, y aún planea resarcirse. Vemos entonces cómo da comienzo la cacería de Kyubey, y mientras Homura lo persigue por todo el coliseo, él se defiende con lo mismo con lo que se ha defendido siempre: palabrería elocuente a la par que barata. Le reprocha a Homura su descontento, pues ¿no se ha cumplido finalmente el deseo que ella albergaba en su corazón? ¿No debería ella entonces estar contenta? 


Hola, esto es un prado de lycoris creciendo sobre el cemento.

Sin embargo, llegados a este punto, el Ser Innombrable peca de ingenuo: dado que él no tiene emociones propias, da por sentado que el cumplimiento de un deseo trae alegría a quien lo deseó, independientemente de las circunstancias bajo las cuales este deseo se cumpla. Homura opta entonces por una salida cobarde pero lógica: el objetivo primordial en sus acciones es que Madoka no llegue a ser consciente de su resolución, de lo contrario podría despertar en ella el deseo de ayudarla y ese sería el peor de los escenarios posibles. Así, y mientras las Clara Dolls continúan dando caza a Kyubey, HomuHomu comienza a negarse a sí misma. La lógica de Homura es retorcida pero aplastante: si no hay nada que salvar, no es necesario un salvador.

Hemos visto entonces, a lo largo de la historia, tres tipos diferentes de egoísmo: la cadena alimenticia de Kyouko, el heroísmo de Sayaka y la autonegación de Homura. A comparación, podríamos decir quizá que el egoísmo de Homura es una versión más degenerada si cabe del que Sayaka nos mostraba en la serie, algo así como una derivación: los motivos de Homura son nobles, ella quiere proteger a todo el mundo, evitar que la gente sufra, que la Ley del Ciclo sea derrocada y que las Puellae Magae tengan que encontrar un destino peor que la muerte. Sin embargo, en la raíz de esta nobleza, encontramos un origen ciertamente miserable: quiere proteger este mundo únicamente porque es el mundo que ella deseó. Homura no está luchando por un ideal propio, no tiene una motivación auténtica porque tampoco tiene un interés real en lo que ocurra con el mundo. Todos sus pensamientos están enfocados a ella: tenemos, tal como Goethe escribiría en su momento, un ideal de salvación que viene canalizado por la figura del eterno femenino. Ella misma, Homura, si no es a través de la esperanza concedida por Madoka, no tiene sentido. No pinta nada.


EL MALIGNO.

Por eso, aunque la actitud de Homura cuando finalmente Madoka se presenta frente a ella pueda parecernos sorprendente en un primer momento, no deja por ello de tener sentido. Homura no aspira ya a ser salvada, lo único que desea es estar con esa persona tan especial para ella, con ese eterno femenino. Y ello le lleva a tomar un rol radicalmente opuesto: si Madoka encarna un amor puro y desinteresado -la esperanza-, HomuHomu se convierte entonces en el heraldo de otro tipo de amor; un amor tan o más puro que el de Madoka, un amor que puede ser hermoso a su manera, pero es, sin embargo, egoísta. Después de todo, Madoka☆Magica es una historia de personajes egoístas.

Si nos planteamos esto desde otro punto de vista, quizá sea ese el motivo por el cual Madoka es la protagonista evanescente de toda la historia. Nos quejábamos durante la emisión de la serie de que la pelirrosada no hacía realmente nada, simplemente se quedaba sentada llorando, mirando cómo el resto de las chicas afrontaban sus crueles destinos. Y aún ahora, durante la película, podría parecernos que Madoka no hace gran cosa. Sin embargo, hemos estado, durante toda la historia -serie y película- rodeados de personajes que son, en esencia, egoístas; Sayaka, Kyouko, ahora Homura, y hasta cierto punto, también Mami, que no permitiría que Bebe revelara las respuestas que Homura buscaba por miedo a perder a una de sus mejores amigas. Pero atención, cuando hablamos de egoísmo no hablamos de ello en un sentido necesariamente peyorativo. Los respectivos egoísmos de Homura y Sayaka son egoísmos nobles, blancos. Los de Mami y Kyouko son, en cambio, egoísmos realistas, que se adaptan al mundo, que les sirven como motivación y les permiten seguir adelante. Si bien el egoísmo es algo negativo, es gracias a él que podemos observar algunas de las cualidades más nobles y radiantes de nuestras protagonistas.Y si Madoka es un personaje relevante en la historia, es porque es quien marca la diferencia: es una muchacha amable y generosa en un mundo de egoísmo, la Puella Magi por excelencia.


La única imagen en los últimos veinte minutos de película que 
puedo poner sin destrozarla por completo.

La historia acaba, finalmente, con la llegada del Mal a un mundo que hasta entonces había sido arropado por la cálida luz de la esperanza, pero, ¿es realmente este Mal causa de infelicidad? Nos encontramos con una de las que en mi humilde opinión es una de las mejores identidades perversas nunca planteadas en una historia de este tipo, digno paralelo del Lucifer de Milton: estamos ante un Mal que solo es malo por oposición al Bien, que es bueno. Hablamos de un Mal que tiene su propio conjunto de valores, pero acepta y entiende de felicidades pequeñas y obvias, de un Mal que es enemigo del Bien en tanto que simplemente deja vivir a todo lo demás. Es, en definitiva, un Mal que se limita a tener una opinión diferente sobre el mundo, sin emprender por ello ningún tipo de acción que cause malestar en él.

Un Mal llamado Amor.


=D

Resumen de la Review

Lo mejor: continuamos con la deconstrucción del género. Si la serie original era una reinvención de la historia de Fausto, la película es una deliciosa interpretación del Paraíso Perdido de Milton. Simplemente un regalo para la vista. ¡MASCARPOOONE!

Lo peor: una vez más, que Kyubey no sufra la más dolorosa y horrible de las muertes. Sería interesante que Nagisa (Bebe) hubiera disfrutado de más protagonismo y se hubiera planteado su historia de una forma algo más detallada. Que al final del todo, la peli se acaba D:

Puntuación: 9.75/10

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