Un cangrejo.
La animación japonesa, al igual que el cine o la novela, no deja de ser
otra forma de arte. Y como tal, es natural que aparezcan obras influenciadas
por los diferentes estilos artísticos que el ser humano ha ido desarrollando a
lo largo de su historia. Es debido a esta conexión que Bakemonogatari aparece ante nosotros con la inconfundible huella de las vanguardias.
Y todo habría seguido siendo así, de no ser porque un día, mientras subía
las escaleras de su instituto, fue testigo de cómo una de sus compañeras de
curso, Senjougahara Hitagi, resbalaba y caía al vacío. Y cuando trató de recogerla, comprobó que la muchacha pesaba aproximadamente unos diez kilos.
A mí es que caerme así me relaja.
Si tuviera que describir esta historia, esta Monogatari, este anime basado
en las novelas de Nisio Isin con una sola palabra, sería "extraño".
La narrativa de Nisio es sugerente a la par que experimental, pero la
adaptación a la pantalla de su obra alcanza un experimentalismo visual que
tiene pocos precedentes en la industria de la animación. SHAFT nos sorprende en
esta obra con escenarios imposibles, juegos de palabras que se enroscan sobre
sí mismos, cambios de toma repentinos y retorcidos, grafismos y paletas de
colores cambiantes, todos ellos elementos que giran entorno a la gran clave que
hace de Bakemonogatari todo lo que es: el diálogo.
Si hay una opinión unificada en la red al respecto de la historia de Nisio,
es que no se trata de una obra para todos los públicos. Bakemonogatari es el
diálogo mismo hecho animación, un diálogo dinámico, sugerente, fresco, pero
diálogo al fin y al cabo. Un amplio sector del público puede encontrar aburrida
una obra en la cual los personajes se pasan el 70% del tiempo simplemente
hablando. Sin embargo, alguien que esté dispuesto a perderse en intrincados
juegos lingüísticos o a ceder ante sofismas impensables fuera de este extraño
mundo, disfrutará Bakemonogatari como lo que es: una historia de palabras
fascinantes, una narración en la que lo que se cuenta supera con creces lo que se vive.
Vamos todos a hablar de plátanos.
Esta Monogatari se nos presenta como una colección de arcos argumentales
definidos, cada uno de ellos protagonizado por un personaje diferente y su
Excentricidad asociada -recordemos que la obra utiliza el término Excentricidad para referirse a todo tipo de seres
relacionados con el mundo de lo espiritual, seres que poseen humanos o
interaccionan con ellos causando diversos efectos en ellos o su entorno-.
La primera historia nos hablará de Hitagi Senjougahara, una joven que tiene
un problema de peso entre manos. Desde que conoció al Cangrejo, una Excentricidad de caracter
divino, Senjougahara ha perdido casi toda la masa de su cuerpo, viéndose
reducida a unos absurdos diez kilos. A medida que se desarrolle su arco
argumental, contenido en los dos primeros capítulos, iremos descubriendo más
cosas sobre la extraña situación familiar de Senjougahara, y sobre qué fue lo
que el Cangrejo se llevó en realidad. Probablemente debido a la influencia del
Cangrejo, encontramos en Senjougahara a una muchacha cerrada, poco dada a las
amistades, pues no quiere que nadie descubra su problema con la Excentricidad.
Sin embargo, descubrimos también que la autoproclamada tsundere está más preparada de lo que parece para
resolver cualquier problema: fría y calmada en todo momento, Senjougahara
utilizaría el mismo tono para darte los buenos días, para hacer una declaración
amorosa y para anunciar tu asesinato. No hay demasiadas cosas capaces de
achantar a Senjougahara, y quizá sea el Cangrejo lo único por lo que ella
siente remordimientos. Al final de su historia, comprenderá finalmente que le
debe una disculpa a la Excentricidad, y, agradecida por la incompetencia del
Cangrejo, revocará su deseo y recuperará aquello que le fue robado, solo para
cargarlo sobre Araragi, quien sentirá cómo el mundo se le viene encima cuando se suba a la báscula a la mañana siguiente.
IN TECHNICOLOR.
Solucionado el asunto del Cangrejo, damos paso al arco del Caracol, en el
cual Senjougahara reinventa la coquetería. Ella está enamorada de Araragi, tan
descaradamente que no le importa ponerse a sí misma al nivel de las Bolas de
Dragón si se trata de cumplir con un deseo para el ex-vampiro. Si hay algo que
a Senjougahara se le da bien es echarse flores, y Araragi, incapaz de
mantenerse a la altura de la joven en una discusión dinámica como pocas, se ve
obligado a recular. Todo esto en el ambiente del parque infantil de la vanguardia,
una zona de juegos en medio del centro urbano que experimenta un vacío vital
casi absoluto: formas y colores se entremezclan con los juegos de luces y
sombras, y solo Araragi y Senjougahara están allí para verlo. O al menos esto
es así hasta que Hachikuji Mayoi entra en escena.
Hachikuji es, probablemente, uno de mis personajes favoritos de toda la
saga, incluso al mismo nivel que Senjougahara. En un primer momento, nos ofrece
una impresión de niña repelente, pero a medida que su historia se desarrolla,
vamos descubriendo un secreto que no es tan secreto, pues estaba oculto en su
nombre desde el principio. Hachikuji no acostumbraba a apellidarse así, el
cambio de apellido simboliza en este caso una transición desde la estudiante de
primaria corriente y moliente hasta el estado Excéntrico: el Caracol.
Y ME MIMABAN.
Así, descubrimos que Hachikuji también se encerraba en sí misma, evitando
acercamientos, pero esta postura es muy diferente a la que en su momento adoptó
Senjougahara. Mientras que la joven del Cangrejo adoptó esa medida para que
nadie nunca pudiese herirla, Hachikuji optó por ello para evitar herir a los
demás. Ella sufría mientras continuaba diciéndole "no te acerques a mí, te
odio" a todo el que se le acercaba, pero sabía que era lo mejor y esperaba
que ellos continuaran su camino y acabasen llegando al lugar al que se dirigían.
Pero una vez más, Araragi fue diferente. El ex-vampiro lolicon le prestó su
ayuda, igual que hizo con Senjougahara. Le tendió una mano que a Hachikuji se
le había negado durante muchos años. Y esto fue, además, lo que despertó el
interés de Senjougahara, lo que hizo que, tras la promoción de dos rangos de Hachikuji, Araragi se dejase caer en el encanto. Por primera vez en muchos años,
Senjougahara había encontrado a alguien capaz de sobrepasar las barreras que
ella construía contra el mundo.
Hablamos entonces de una relación amorosa que deriva de un pacto, una promesa de visualización. Es interesante la actitud de Senjougahara frente a Hachikuji: "si ocurre algo que tú puedes ver y yo no, entonces yo soy la rara por no poder verlo". Senjougahara había sido extraña durante toda su vida. El Cangrejo aliviaba su pena, pero la hacía rara, incomprensible, Excéntrica. Tras disculparse con el Dios y darle las gracias, la carga había vuelto, pero al mismo tiempo, Senjougahara se había reconciliado con el mundo, con su realidad. Al margen de que ella realmente esté enamorada de Araragi, es posible que el arsenal de ligoteo que despliega en este arco sea solo una forma de expresar sus ganas de preocuparse por las cosas mundanas: en la cabeza de Senjougahara, ahora que todo ha vuelto a la normalidad, se hace necesario disfrutar de ello, regodearse en la coquetería tonta de una estudiante de bachillerato. Aunque, dada su personalidad mordaz y sarcástica, esta coquetería tonta termina derivando, como otros tantos diálogos de la saga, en una suerte de retorcido acoso lingüístico hacia Araragi.
Estupendo análisis!
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