30 de diciembre de 2013

Bakemonogatari (I) - Excentricidades y vanguardias



Un cangrejo.

La animación japonesa, al igual que el cine o la novela, no deja de ser otra forma de arte. Y como tal, es natural que aparezcan obras influenciadas por los diferentes estilos artísticos que el ser humano ha ido desarrollando a lo largo de su historia. Es debido a esta conexión que Bakemonogatari aparece ante nosotros con la inconfundible huella de las vanguardias.

La historia de Bakemonogatari -valga la redundancia, pues el título del anime es un curioso híbrido de las palabras japonesas Bakemono, "monstruo", y Monogatari, "historia"-, comienza con un muchacho aparentemente normal, Koyomi Araragi, que no es tan normal como aparenta. El tipo en cuestión cursa actualmente sus estudios de bachillerato en el instituto Naoetsu, y es un ex-vampiro desde que fue atacado por un hermoso demonio dorado y posteriormente sometido a una "terapia normalizante". A día de hoy, si obviamos el hecho de que sigue siendo parcialmente inmortal, Araragi podría pasar por un estudiante corriente.
Y todo habría seguido siendo así, de no ser porque un día, mientras subía las escaleras de su instituto, fue testigo de cómo una de sus compañeras de curso, Senjougahara Hitagi, resbalaba y caía al vacío. Y cuando trató de recogerla, comprobó que la muchacha pesaba aproximadamente unos diez kilos.


A mí es que caerme así me relaja.

Si tuviera que describir esta historia, esta Monogatari, este anime basado en las novelas de Nisio Isin con una sola palabra, sería "extraño". La narrativa de Nisio es sugerente a la par que experimental, pero la adaptación a la pantalla de su obra alcanza un experimentalismo visual que tiene pocos precedentes en la industria de la animación. SHAFT nos sorprende en esta obra con escenarios imposibles, juegos de palabras que se enroscan sobre sí mismos, cambios de toma repentinos y retorcidos, grafismos y paletas de colores cambiantes, todos ellos elementos que giran entorno a la gran clave que hace de Bakemonogatari todo lo que es: el diálogo.

Si hay una opinión unificada en la red al respecto de la historia de Nisio, es que no se trata de una obra para todos los públicos. Bakemonogatari es el diálogo mismo hecho animación, un diálogo dinámico, sugerente, fresco, pero diálogo al fin y al cabo. Un amplio sector del público puede encontrar aburrida una obra en la cual los personajes se pasan el 70% del tiempo simplemente hablando. Sin embargo, alguien que esté dispuesto a perderse en intrincados juegos lingüísticos o a ceder ante sofismas impensables fuera de este extraño mundo, disfrutará Bakemonogatari como lo que es: una historia de palabras fascinantes, una narración en la que lo que se cuenta supera con creces lo que se vive.


Vamos todos a hablar de plátanos.

Esta Monogatari se nos presenta como una colección de arcos argumentales definidos, cada uno de ellos protagonizado por un personaje diferente y su Excentricidad asociada -recordemos que la obra utiliza el término Excentricidad para referirse a todo tipo de seres relacionados con el mundo de lo espiritual, seres que poseen humanos o interaccionan con ellos causando diversos efectos en ellos o su entorno-.

La primera historia nos hablará de Hitagi Senjougahara, una joven que tiene un problema de peso entre manos. Desde que conoció al Cangrejo, una Excentricidad de caracter divino, Senjougahara ha perdido casi toda la masa de su cuerpo, viéndose reducida a unos absurdos diez kilos. A medida que se desarrolle su arco argumental, contenido en los dos primeros capítulos, iremos descubriendo más cosas sobre la extraña situación familiar de Senjougahara, y sobre qué fue lo que el Cangrejo se llevó en realidad. Probablemente debido a la influencia del Cangrejo, encontramos en Senjougahara a una muchacha cerrada, poco dada a las amistades, pues no quiere que nadie descubra su problema con la Excentricidad. Sin embargo, descubrimos también que la autoproclamada tsundere está más preparada de lo que parece para resolver cualquier problema: fría y calmada en todo momento, Senjougahara utilizaría el mismo tono para darte los buenos días, para hacer una declaración amorosa y para anunciar tu asesinato. No hay demasiadas cosas capaces de achantar a Senjougahara, y quizá sea el Cangrejo lo único por lo que ella siente remordimientos. Al final de su historia, comprenderá finalmente que le debe una disculpa a la Excentricidad, y, agradecida por la incompetencia del Cangrejo, revocará su deseo y recuperará aquello que le fue robado, solo para cargarlo sobre Araragi, quien sentirá cómo el mundo se le viene encima cuando se suba a la báscula a la mañana siguiente.


 IN TECHNICOLOR.

Solucionado el asunto del Cangrejo, damos paso al arco del Caracol, en el cual Senjougahara reinventa la coquetería. Ella está enamorada de Araragi, tan descaradamente que no le importa ponerse a sí misma al nivel de las Bolas de Dragón si se trata de cumplir con un deseo para el ex-vampiro. Si hay algo que a Senjougahara se le da bien es echarse flores, y Araragi, incapaz de mantenerse a la altura de la joven en una discusión dinámica como pocas, se ve obligado a recular. Todo esto en el ambiente del parque infantil de la vanguardia, una zona de juegos en medio del centro urbano que experimenta un vacío vital casi absoluto: formas y colores se entremezclan con los juegos de luces y sombras, y solo Araragi y Senjougahara están allí para verlo. O al menos esto es así hasta que Hachikuji Mayoi entra en escena.

Hachikuji es, probablemente, uno de mis personajes favoritos de toda la saga, incluso al mismo nivel que Senjougahara. En un primer momento, nos ofrece una impresión de niña repelente, pero a medida que su historia se desarrolla, vamos descubriendo un secreto que no es tan secreto, pues estaba oculto en su nombre desde el principio. Hachikuji no acostumbraba a apellidarse así, el cambio de apellido simboliza en este caso una transición desde la estudiante de primaria corriente y moliente hasta el estado Excéntrico: el Caracol.


Y ME MIMABAN.

Así, descubrimos que Hachikuji también se encerraba en sí misma, evitando acercamientos, pero esta postura es muy diferente a la que en su momento adoptó Senjougahara. Mientras que la joven del Cangrejo adoptó esa medida para que nadie nunca pudiese herirla, Hachikuji optó por ello para evitar herir a los demás. Ella sufría mientras continuaba diciéndole "no te acerques a mí, te odio" a todo el que se le acercaba, pero sabía que era lo mejor y esperaba que ellos continuaran su camino y acabasen llegando al lugar al que se dirigían. Pero una vez más, Araragi fue diferente. El ex-vampiro lolicon le prestó su ayuda, igual que hizo con Senjougahara. Le tendió una mano que a Hachikuji se le había negado durante muchos años. Y esto fue, además, lo que despertó el interés de Senjougahara, lo que hizo que, tras la promoción de dos rangos de Hachikuji, Araragi se dejase caer en el encanto. Por primera vez en muchos años, Senjougahara había encontrado a alguien capaz de sobrepasar las barreras que ella construía contra el mundo.

Hablamos entonces de una relación amorosa que deriva de un pacto, una promesa de visualización. Es interesante la actitud de Senjougahara frente a Hachikuji: "si ocurre algo que tú puedes ver y yo no, entonces yo soy la rara por no poder verlo". Senjougahara había sido extraña durante toda su vida. El Cangrejo aliviaba su pena, pero la hacía rara, incomprensible, Excéntrica. Tras disculparse con el Dios y darle las gracias, la carga había vuelto, pero al mismo tiempo, Senjougahara se había reconciliado con el mundo, con su realidad. Al margen de que ella realmente esté enamorada de Araragi, es posible que el arsenal de ligoteo que despliega en este arco sea solo una forma de expresar sus ganas de preocuparse por las cosas mundanas: en la cabeza de Senjougahara, ahora que todo ha vuelto a la normalidad, se hace necesario disfrutar de ello, regodearse en la coquetería tonta de una estudiante de bachillerato. Aunque, dada su personalidad mordaz y sarcástica, esta coquetería tonta termina derivando, como otros tantos diálogos de la saga, en una suerte de retorcido acoso lingüístico hacia Araragi.


BÚ.

En el otro lado tenemos a Hachikuji, que en un principio trata de alejar a Araragi como ha hecho siempre con todo el mundo, pero poco a poco termina simpatizando con el ex-vampiro lolicon más de la cuenta. Lo que en un principio era una indefensa aunque bastante desagradable niña de primaria, es ahora una segunda fuente de juegos de palabras, tartamudeos y chistes malos que podría rivalizar perfectamente con la afilada lengua de Senjougahara. Sin embargo, a medida que la historia avanza, el sentimiento de culpa va creciendo en ella. Le ha caído bien Araragi, pero debe tratar de alejarlo de sí misma. Sin embargo, su fachada insolente y borde se desmorona cuando Senjougahara señala un espacio vacío y expone con ello la cruel realidad. Araragi se aferra a ella, que ahora es un Caracol al que se le ha roto la concha. No puede seguir refugiándose en la inseguridad de Senjougahara, que ahora ha aceptado el hecho de que es incapaz de ver a la Excentricidad, y no sabe cómo reaccionar frente a los hechos expuestos delante de Araragi. Sin embargo, el ex-vampiro sigue junto a ella. "Araragi-san, eso duele", son las palabras de Hachikuji. Pero ella no está queriendo decir que Araragi la agarra con demasiada fuerza. Lo que a Hachikuji le duele es que él siga ahí, junto a ella. Apártate. Vete lejos. Era lo que ella llevaba gritando disimuladamente durante todo el arco. Un grito camuflado en forma de lapsus linguae. Pero Araragi nunca había pedido una explicación sobre lo que Hachikuji fuera o dejara de ser. Senjougahara sabe esto, y decide acabar con esta Monogatari de interpretaciones múltiples y significados ocultos expresando una sola idea pura en tres palabras.


Nunca una confesión fue tan elegante.

Esta sola idea parece desmoronar las complicaciones que acosaban a los personajes a lo largo de todo el arco, y es suficiente para poner en marcha el engranaje de la comprensión, de la aceptación de la novedad, que si bien a Hachikuji le estaba vedado por su condición sobrenatural, esto no aplica para Senjougahara y su amado lolicon.

Y con esto concluían los dos primeros arcos de Bakemonogatari, este espectáculo de experimentalismo visual y verbal con el que las Excentricidades nos acercan, de la mano de SHAFT, al delirante y delicioso universo de las vanguardias.


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