20 de enero de 2014

Higurashi no Naku Koro ni Kai - Dear you


Durante más de mil años.

Confianza. Algo tan hermoso como difícil de lograr. Y no solo para la persona que la recibe, sino también para quien la da. La confianza puede elevar un destino aciago, destruir las paredes del laberinto, pero también guiarte tramposamente hacia su más insondable profundidad. Y aquí, en Hinamizawa, donde las cigarras lloran, la confianza es la clave del mundo, la delgada línea que nos separa del caos más grotesco.


Higurashi no Naku Koro ni Kai (lit. “Cuando las cigarras lloran: soluciones”) nos presenta de nuevo la sucesión de trágicos destinos que asolan Hinamizawa, aunque desde un enfoque algo diferente. En esta segunda temporada encontramos los arcos de Minagoroshi-hen, que actúa de Respuesta al Tatarigoroshi-hen de la primera temporada, y Matsuribayashi-hen, que cierra finalmente el telón del gran festival del Watanagashi. Además, se nos plantean dos arcos extras –que no aparecen en la novela original-, que son Saikai, una especie de epílogo alterno al Tsumihoroboshi-hen de la primera temporada, y Yamakusamashi-hen, que pretende ser el prólogo al acto final de la obra. Descubramos por fin quién mueve los hilos detrás de Hinamizawa. Juguemos, una vez más, a este gran juego que es junio de 1983.


Me cuesta pensar en algo menos inocente que eso.

Abrimos la historia con Saikai, y esta vez viajamos al futuro. Contemplamos las ruinas de Hinamizawa en el año 2000, y por primera vez nos preguntamos si no sería mejor dejar que todo siguiese su curso natural hasta llegar a ese pueblecito reducido a escombros, a ese sosegado desastre. Por primera vez sentimos que quizá ese sea el destino correcto de una Hinamizawa que debería haber muerto desde el principio. Sin embargo, el descanso en paz de la villa es solo aparente: de la mano de Oishii y Akasaka descubrimos que el enigma persiste, irresoluble, entre las vallas que rodean Hinamizawa, recuerdo de una oxidada cuarentena.

Nos encontramos con una Rena que nos rompe el corazón: débil, triste, lúgubre. Una Rena que a duras penas logra encadenar dos palabras seguidas. No, definitivamente este no puede ser el curso correcto de los acontecimientos. Una Hinamizawa que acabe con alguien como Rena en ese estado no debería permitirse. Incluso, durante tan solo un instante, podríamos llegar a pensar que preferimos a la Rena de Tsumihoroboshi. Tal es la afección que se nos clava al ver a una Rena de treinta años que ha perdido la ilusión por la vida.
Hablamos también fugazmente de Rika, y la vemos desde los ojos de Rena en un pasado distante. Descubrimos que la Rika que se nos presenta aquí no dista mucho de lo que es Rena ahora: "ya me da igual. No me importa". ¿Qué pasó entonces con aquel tenue deseo? ¿Cuánto tiempo ha transcurrido desde aquella súplica, aquel "no quiero morir" que la adorable niña de los Furude le lanzó a Akasaka intentando destruir el reflejo de la luna en las aguas de la muerte? Saikai termina dejando muchos interrogantes en el aire, tantos que casi podría ser considerada una saga de Preguntas. Pero tras este capítulo se nos abre el telón del Yamakusamashi, y aquí será donde despierte el desastre.


Pues vaya novedad.

Llegados a este punto, hay algo que no puedo dejar pasar en esta reseña: el capítulo 2. EL CAPÍTULO 2. Ese desternillante juego de tú la llevas, que culmina con la magia de endurecimiento anti-adolescentes de Rena, nos permite creer por un momento en el mundo que Rika anhelaba, un mundo capaz de aceptar la vida feliz de una muchacha que solo quiere estar junto a sus seres queridos, riéndose de cosas sin sentido, jugando a una suerte de pilla-pilla zombie, gane o pierda.

Pero es una ilusión pasajera: por mucho que Rika disfrute de los juegos del club, el recuerdo del milagro de Tsumihoroboshi-hen se difumina ahora en su memoria, lejano. Parece que fue hace una eternidad cuando Keiichi luchó contra Rena en el tejado de la escuela y le tendió la mano, sacándola con ello del vórtice de desgracia, aunque en realidad eso ocurrió apenas unos días antes del Watanashi, que son las mismas fechas que ahora nos rondan. Satoko se muestra ahora preocupada por su buena amiga, e intenta luchar contra la oscuridad dando palos de ciego: por mucho que intuya el peligro que rodea a Rika, no sabe contra qué está luchando. Únicamente puede poner a punto sus trampas y desear que el caprichoso destino no arranque a la muchacha de su lado. Sin embargo, finalmente será Rika quien salve a Satoko, y a través de sus ojos contemplaremos una vez más el ocaso de Hinamizawa y, finalmente, con la visión del final de Rena, la muerte de esa última superviviente.


De lejos, la línea más aterradora de todo Higurashi.

Y entonces, como si fuera la obertura de Minagoroshi-hen, asistimos finalmente a la verdad sobre Hinamizawa y el secreto que Rika cargaba a sus espaldas. Hablaremos de las Tres Leyes del Laberinto, tres enunciados simples e inamovibles que definen todos los escenarios a los que nos hemos enfrentado hasta ahora. Conoceremos -en la versión del manga de Minagoroshi-hen, que a mi parecer es más explícita al explicar esta parte- a Frederica Bernkastel, la entidad que acompaña a Rika a su paso por el plano de los Dioses, una muchacha aburrida cuyo único entretenimiento es ver, a modo de película, todos los mundos que Rika atraviesa y sufre.

Y con la llegada de un nuevo mundo, de una nueva Hinamizawa, asistimos al discreto debate entre Rika y Hanyuu, el espíritu con el que Rika hablaba a lo largo de Yamakusamashi-hen y al cual finalmente podemos conocer: ¿cuál fue el desencadenante del milagro vivido en Tsumihoroboshi-hen? ¿Podemos esperar una repetición de ese milagro? ¿Debemos tener fe y luchar, como mantiene Rika? ¿O por el contrario es más sensato simplemente esperar y observar en busca de un mundo que nos permita avanzar, tal como dice Hanyuu? Podría parecer que la opción más esperable es la primera, sobre todo viendo cómo Keiichi reduce el destino a añicos una vez tras otra: el enérgico joven, impactado por la predicción de Rika, consigue sin embargo cambiar el juego del torneo, y al darle la muñeca de porcelana a Mion evita, sin saberlo, el trágico escenario de Watanagashi-hen y Meakashi-hen.


Y se me perdona solo por lo moe que soy.

Los días pasan, y nos enfrentamos a la triste situación de Satoko en Tatarigoroshi-hen: el cerdo de Teppei ha vuelto a Hinamizawa, y la muchacha se ve sometida a malos tratos continuos. Rika contempla la escena con triste resignación: poco falta para que alguno de sus amigos decida emprender medidas drásticas contra Teppei, y eso, de acuerdo a las Tres Leyes, será el desencadenante de otro mundo sin salvación. Todo parece estar dispuesto, y esta vez será Shion quien interpretará el papel del asesino, sin embargo, Keiichi se interpone. Una breve expresión de sorpresa cruza el rostro de Rika, pero rápidamente la muchacha vuelve a la indiferencia, antes de que Hanyuu haga algún comentario. "Ya lo sé", dice Rika. "Lo he decidido, no voy a esperar nada de este mundo". La muchacha tiene miedo de poner una vez más sus expectativas en un mundo que acabe condenado al desastre.

Sin embargo, hablamos de Satoko, su mejor amiga, y el deseo de salvarla es más fuerte que su miedo a perder. Keiichi está a su lado, un hombre que sigue luchando una y otra vez, forjándose un futuro con sus propias manos: no solo ha evitado que Shion hiciera algo de lo que acabaría arrepintiéndose, sino que además ha conseguido poner en marcha a todo el pueblo, destruir la muralla que los aldeanos habían edificado en torno a los Houjo. El valor que demuestra al enfrentarse a Oryou Sonozaki es digno de admiración: la cabeza de la familia Sonozaki podrá ser aterradora, pero Keiichi los tiene bien puestos y no dudará en decir las verdades que sean necesarias para ayudar a Satoko a alcanzar el futuro que todos desean para ella. Y ante la apabullante voluntad de Keiichi, Rika no puede menos que sonreír: la muchacha se había jurado a sí misma que no volvería a hacerlo, pero Keiichi ha logrado, contra todo pronóstico, encender en ella una chispa de esperanza.


¡Y SU COCHE TIENE AIRE ACONDICIONADO!

Dada la situación, podríamos pensar que finalmente la confianza se impondrá sobre las Leyes del Laberinto, pero esto no es así: el Watanagashi llega y las muertes se suceden una tras otra, mientras Rika asiste impotente, una vez más, al espectáculo de su esperanza derrumbándose, rompiéndose en finas esquirlas de cristal que se clavan en su pequeño corazón, por enésima vez en mil años de tragedia. ¿Estuvo mal, entonces, tener fe en el futuro? ¿La encarnizada lucha ha sido en vano? Podemos decir que no. El mundo de Minagoroshi-hen ha resultado ser otro callejón sin salida, pero la apasionada rebelión de Rika y sus amigos ha conseguido conmover a Hanyuu, y ahora la pieza que faltaba entra con fuerza en el puzzle, dispuesta a darlo todo por el deseo de un nuevo mañana. Ahora, Rika lo sabe, Oyashiro-sama está finalmente de su lado. Ha llegado la hora de que empiece el verdadero festival.

Durante la primera parte de Matsuribayashi-hen, asistimos a una anamnesis, a la historia de la infancia de Takano Miyo, alias la fumada borracha, una muchacha que simplemente quería hacer algo por alguien que le dio amor, algo que nadie le había dado desde la muerte de sus padres, un deseo amable que acabó derivando en una obsesión siniestra. No perdonamos a Takano en su presente, pero su pasado nos hace, al menos, compadecernos de esa niña que ha quedado enterrada en el interior de una mujer retorcida y maniática. Damos también un repaso a lo largo de cuatro años de la maldición, y asistimos al preludio de la llegada de la familia Maebara al pueblo, con Kiichirou Maebara contemplando la bucólica escena de dos niñas corriendo y riendo en los campos de la villa. Mediante la intervención de Hanyuu, se establece entonces un trato, una simbiosis, un pacto entre Kiichirou y Oyashiro-sama: así como él piensa que la tranquila Hinamizawa puede ofrecerle algo de paz a su vida, él también tiene algo que ofrecer al ecosistema; lo que Oryou denominó "aire fresco": Keiichi. Y finalmente, después de mil años, todas las piezas se han reunido en el gran tablero de Hinamizawa. Puede empezar el Juego Final.


PORQUE CONFÍO EN ÉL. Y ME LO LLEVO A CASA.

La diferencia de este último mundo estriba en el hecho de que Hanyuu se ha unido a la contienda, ha dejado de ser una observadora. Al resto de los personajes no les cuesta aceptar su presencia, saben, en lo más profundo, que ella siempre ha estado allí, disculpándose torpemente, llorando con sus lágrimas, riendo con sus risas. Rika reconoce haber subestimado a sus amigos: son fuertes, mucho más de lo que podría llegar a imaginar, pero lo más importante es que están unidos. Keiichi rápidamente sabe encender a toda la panda, Rena es tan fuerte como inteligente, Satoko es malévola como ella sola, y cuando se trata de astucia es difícil superar a Mion. Si a eso le sumamos la fe de Rika y la intervención divina, este mundo está llamado a ser el final del laberinto, la luz al final del túnel. En otras ocasiones, Rika esperaba el futuro con una mezcla de miedo y resignación, pero ahora solo hay una esperanza y una emoción incontrolables que vencerán todos los obstáculos que se presenten: este es nuestro festival, el festival de toda Hinamizawa, y hay que celebrarlo por todo lo alto.

Una a una, las Tres Leyes del Laberinto van cayendo: la propia ley de sospecha se evapora en cuanto Rika decide confiar en sus amigos y contarles la verdad: en este mundo, nadie tendrá que desconfiar, nadie tendrá que vivir en el miedo. La ley de la relación también estalla en mil pedazos cuando la joven le asegura a Oishii que la familia Sonozaki es inocente, y éste finalmente se decide a hacer las paces con Shion y su madre. No tendrá que odiar a nadie, no tendrá que maldecir a nadie. Se acabó el miedo, la desconfianza, el odio, y con ello la segunda ley, la muerte, está llamada también a desaparecer.


Ya me cansé de acabar rajada.

Nos encontramos entonces en la montaña, bajo la lluvia, con una única bala que, gracias a Dios, no da en el blanco. Resulta extremadamente interesante la reflexión de Rika, enunciada como un reproche hacia Hanyuu y Takano por igual: el jijinuki es un juego de cartas en el que se ha retirado un naipe de la baraja. El objetivo del juego es emparejar todas las cartas de tu mano, y pierde quien se quede con la carta desemparejada. Takano dice que no es un juego en el que se gane, sino un juego en el que se obliga a los demás a perder. Pero Rika responde a esto diciendo que, cuando se agrega la carta que falta, se convierte en un juego sin perdedores. Esto va dirigido a Hanyuu, que a pesar de ejercer su papel, había caído en el mismo error que Takano: había supuesto que esta era una guerra que alguien debía perder. Sin embargo, dice Rika, el mundo no necesita perdedores. Quitar una carta de la baraja es, a todas luces, una soberana estupidez. Finalmente, nos acercamos a Rika una vez más, solo para ver cómo la muchacha retira una nueva hoja del calendario: desde el papel, el mes de julio nos sonríe, rebosante de esperanza.

Sin embargo, debemos presenciar un acto más, una buena acción que sin embargo encierra una cierta malicia. En otro mundo, en otro tiempo, una joven Miyoko, de camino a la casa de sus amigos, tropezará contra una altanera Frederica Bernkastel, que le preguntará si quiere vivir o morir. Dado que Miyoko dice querer vivir, Bernkastel la alienta a continuar su camino, pero entonces Miyoko hace una pregunta sorprendente: "¿y si quiero morir?". Frederica responde que entonces la joven conseguirá otra banderita, pero añade que podría arrepentirse de esa elección. "¿Por qué iba a hacerlo?", pregunta Miyoko. "No te lo diré. Porque soy muy mala", responde Frederica, con cierta sorna. Sin embargo, Miyoko está tranquila, pues sus padres están a su lado. Y, con paso seguro, emprende el camino de la muerte, que finalmente decidirá dejar de perseguir a la niña y ofrecerle un futuro radiante mientras Bernkastel se marcha, satisfecha.


Hablando de conservarse bien.

Finalmente, no quiero terminar la reseña sin hacer una breve mención al apartado técnico del anime. Y es que, en esta segunda temporada, hemos gozado por fin de la calidad gráfica que Higurashi se merece: los diseños de los personajes han pegado un salto y hemos disfrutado de una animación más fluida, de unos personajes más proporcionados y con unos rasgos mucho más expresivos.
Respecto a la banda sonora, continúa siendo impecable, como ya lo fue en la primera temporada, y con algunos temas nuevos a mayores, entre los que destaca especialmente el opening, Naraku no Hana, una canción que le viene al dedillo a la historia y que es probablemente el mejor opening que ha tenido la franquicia de Higurashi hasta la fecha.

En conjunto, una calidad técnica francamente elegante que contribuye, junto con el excelente guión, a que la obra sea más que disfrutable. Tenemos por ello en Higurashi una historia que no defraudará a aquellos que se atrevan a darle una oportunidad, a aquellos que logren sobrepasar la barrera del gore y sepan apreciar la brillante historia que subyace detrás de la aldea donde las cigarras lloran.


Nippah.

Resumen de la Review

Lo mejor: una de las mejores historias que he visto en mucho tiempo, que nos deja con un sabor de boca insuperable tras la primera temporada. Cada capítulo nos deja con ganas de más, y la banda sonora es muy digna de apreciación. La mejora en la calidad técnica. DAT AKASAKA. RIKA. SEGUIMOS AMÁNDOLA.

Lo peor: como pasaba con la primera temporada, los capítulos de flashback se pueden hacer algo aburridillos.

Puntuación: 9.75/10

1 comentario:

  1. THIS.

    Aquí no tengo mucho que reprocharte; la nota me gusta más y has mencionado el opening.

    Yo habría saturado ésto de alabanzas a la epicidad absoluta y total de Minagoroshi-hen, a la sensación de angustia constante de 'Maldita sea, queda un arco entero así que éste no puede acabar bien y menos si se llama Masacre', y a lo trágico que aun así es su final, pero no puedo juzgar mal un poquito más de objetividad. PERO MINAGOROSHI ES DIOS Y PUNTO. U Oyashiro-sama.

    U Oyashistograma, que prefirió mi corrector.

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