24 de enero de 2014

X (TV) - Crónica de un Fin del Mundo


Siete Sellos.

X es una de esas historias que podrían entrar en la categoría de "animes del año catapúm". Si bien la adaptación animada no es realmente tan antigua -estamos hablando de 2001-, sí podemos decir que la obra conserva todo el sabor nostálgico que puebla el paisaje de la animación de los 90. Además, X es una historia bastante particular que aúna de forma brillante el estilo de dibujo delicadamente detallista de la etapa temprana de CLAMP -en la que podríamos contar el periodo que va desde la publicación de RG Veda hasta la publicación de Card Captor Sakura-, con una excelente historia de cariz trágico que a su vez toma prestados elementos del shonen y el seinen clásicos. Sin duda, cuando hablamos de X, hablamos de un clásico que merece ser disfrutado por todo aquel que se acerque al mundo de la animación japonesa.


1999. Tokyo es la llave que soporta la Tierra. La ciudad contiene un total de siete Zonas Protegidas, custodiadas por los siete Dragones del Cielo, los Siete Sellos, los Siete Astros del Firmamento. La pérdida de esas Zonas Protegidas supondría el fin del mundo tal como lo conocemos. Está a punto de llegar el Día Prometido, el momento en el que los Dragones de la Tierra, los Siete Ángeles que ansían el cambio, se batirán contra los Dragones del Cielo en busca de la destrucción de la humanidad. Ahora, tanto los Dragones del Cielo como los Dragones de la Tierra se están reuniendo en Tokyo, preparándose para el gran día. Catorce involucrados en la batalla por el destino del planeta. Pero uno de ellos brillará por encima de todos los demás. Y cambiará el curso de todas las cosas.
En un mundo donde el destino de cada persona está prefijado de antemano y no puede ser alterado, ha aparecido un muchacho que posee dos futuros diferentes. Y su elección podría suponer el fin del destino... o el del mundo.


Paseo espacial.

La historia de X nos presenta, por decirlo de alguna manera, un escenario preapocalíptico. Esto supone un aliciente para el espectador acostumbrado a las historias postapocalípticas que abundan hoy día, pues la inminente destrucción de la humanidad genera un ambiente de angustia melancólica, de oscurantismo contenido que hace sobresalir a esta obra por encima de otras similares. Cuando el mundo ya ha sido destruido, lo que queda es un vacío negro, aterciopelado, descorazonador, pero al mismo tiempo plácido: ante un mundo que ya ha sido destruido, una nueva catástrofe planetaria a corto plazo es cuanto menos improbable. Sin embargo, un mundo que aún no ha sido destruido supone un aroma de desastre, un sobrecogimiento, una sensación de intranquilidad perenne: en cualquier momento, todo podría venirse abajo, en cualquier momento, la destrucción podría hacer acto de presencia y llevárselo todo por delante. Nada es cierto, nada es seguro, y cualquier convicción que pudiéramos tener al respecto se nos hace efímera y estúpida. Lo único que tenemos ante nosotros es el Destino incierto de una batalla que no sabemos cómo acabará.

Y hemos dado con el eje central de X: el Destino. El hecho de que en la obra haya varios personajes capaces de ver el futuro en los sueños parece sugerirse como prueba irrefutable de que este futuro es único e innegable: trabajamos entonces con una posterioridad de obligado cumplimiento, con una serie de tareas que se nos imponen al nacer y acabaremos cumpliendo queramos o no. Así, Kakyou soñó con la muerte de Hokuto, pero no pudo hacer nada para evitarla y acabó recluyéndose en su mundo de sueños, de costas de papel maché. La pena que arrastra el vidente de sueños de los Dragones de la Tierra nos recuerda el dolor de aquellos que conocen el futuro pero son incapaces de cambiarlo, otro tema que CLAMP ha tratado de forma recurrente en varias de sus obras. Sorata ha conocido su destino de labios del anciano monje de Koya, y lo asume con una sonrisa, conformándose con, al menos, poder elegir a alguien.


Porque Sorata es demasiado genial para ir por el suelo.

Pero, ¿no es esto mismo una búsqueda desesperada de libre albedrío? Debajo de la alegría despreocupada de Sorata, el joven podría estar luchando por tener la posibilidad de elegir. Incluso podríamos decir que su relación con Arashi no la ha elegido realmente él, podríamos pensar que es fruto del hecho de que ambos han nacido para estar en el mismo bando, y es lógico pensar que acabarían relacionándose debido a ello. Podríamos achacar su elección, una vez más, al Destino. Y entonces el libre albedrío de Sorata solo sería una ilusión. Pero no nos gusta pensar así. No queremos pensar que el bueno de Sorata lo tiene todo hecho, todo hilado, todo puesto a punto. 

Sin embargo, el Destino también supone un alivio para los humanos. Cuando decimos que no queremos estar atados a la idea del Destino, ¿es realmente cierto? Indudablemente, nos gusta conducir nuestras propias vidas, y la idea de una dirección impuesta desde fuera nos resulta cuanto menos incómoda. Sin embargo, aceptar el Destino como futuro predefinido supone, en este contexto, liberarte de la responsabilidad de una elección. Si se ha llevado a cabo un acto que estaba predeterminado, el autor de ese acto no tiene realmente una responsabilidad que asumir, no tiene realmente la culpa. Vivimos deseando tomar las riendas, pero al mismo tiempo tememos las consecuencias de esta libertad. Por eso, a los Dragones de la Tierra su Destino les supone, en lo general, comodidad. No tienen que preocuparse por el hecho de estar exterminando a la humanidad, es algo que se les ha impuesto y ellos no son culpables de ello. Se les ha llamado a desear un cambio, y ellos se limitan a seguir las directrices impuestas por esa llamada. Son, por tanto, defensores del Destino.


Bipolaridad, nivel: Kamui.

En cambio, los Dragones del Cielo luchan por el libre albedrío: son defensores de la libertad. Los guardianes de las siete Zonas Protegidas sufren por la pérdida de sus seres queridos, desafían al Destino cruel que se los arrebata, y prefieren aceptar la responsabilidad de cargar con el mundo antes que dejar que los humanos se extingan solo porque la otra opción parece más cómoda. No es, entonces, una batalla de buenos contra malos, sino más bien el enfrentamiento entre dos filosofías: los Dragones de la Tierra siguen un razonamiento utilitarista: reconocen que están siendo usados por el Destino, pero aceptan este hecho y no le dan mayor importancia. Para ellos, no tiene sentido rebelarse contra algo que es de por sí inamovible. Los Dragones del Cielo, sin embargo, no aceptan este utilitarismo deshumanizado: aunque saben que han sido escogidos para representar un papel, se remueven en sus roles, buscando salidas, opciones, futuros.

¿Qué pasa entonces con Kamui? En este mundo presidido por la inevitabilidad, aparece una persona con dos Destinos diferentes: uno como Dragón del Cielo y otro como Dragón de la Tierra. En cualquiera de los dos casos, el Destino ha preparado para él escenarios aciagos. Entonces, ¿qué sentido tiene permitir una elección, si el futuro que Hinoto ha soñado acabará cumpliéndose de todas formas?


Hinoto, deja de soñar doble.

Podríamos concebir el Destino, de una manera más laxa, como una red de futuros más o menos dispersa. Podríamos pensar que cada elección que llevamos a cabo nos encamina con una precisión mayor o menor hacia uno de esos futuros. Por tanto, la idea del Destino único se transforma entonces en un tapiz de destinos innumerables hacia los que nos dirigimos por nuestro propio pie. De esta forma, el Destino sigue siendo invariable, pero esta inevitabilidad surge de nuestras propias acciones, y no de una fuerza natural externa.
Pero entonces, ¿por qué sobre Kamui pesan, no tres, ni cinco, ni mil, sino exactamente dos Destinos? La respuesta, quizá de una forma demasiado romántica, está en el dolor.

El Destino predispuesto en el sueño de Hinoto exigía una alta cota de dolor para los Dragones del Cielo. Si Kamui elige un futuro como Dragón del Cielo, tendrá que soportar el dolor que implicaría la muerte de Kotori. Es este dolor el que le permitirá abrirse a los demás, encontrar en ellos la fuerza para manifestar su Zona Protegida. Por el contrario, si elige el otro futuro, como Dragón de la Tierra Kamui se negará a sí mismo, y el dolor le será perdonado, pero ese dolor tendrá que recaer en manos de otra persona: Fuuma. Y entonces Kamui no podrá hacer nada contra alguien que ha experimentado ese dolor, porque no sabe cómo destruir una Zona Protegida: al no haber sufrido dolor, no sabe cómo causarlo. Esto explica la aparente ironía de escuchar a Fuuma decir que está concediendo deseos: al no haber experimentado el dolor de perder a su hermana, la única forma en que sabe provocar dolor es a través del deseo: intercambiando bien por mal.


Soy vaporosa.

Ya hemos hablando de Kakyou y de Sorata y Arashi; echemos un vistazo a algunos de los otros personajes. Sin duda, después de Sorata, uno de mis personajes favoritos de esta obra es Karen. La hechicera del fuego se presenta, en un principio, como una mujer excéntrica, con un trabajo que no está bien visto socialmente hablando. Podríamos pensar que ella encajaría mejor en el perfil de un Dragón de la Tierra, pues es entendible que odie a una sociedad que la repudia -empezando por su propia madre-, pero sin embargo, no podríamos estar más alejados de la realidad.

Karen es una persona fuerte, amable, elegante, que no se acobarda ante una mirada indiscreta, que tiene unas convicciones firmes y es fiel a ellas hasta el final. Llama especialmente la atención su religiosidad, pues en varias ocasiones la vemos orando frente al altar de una iglesia -a pesar de que, recordemos, en el archipiélago nipón la fe cristiana es minoritaria-, pero lo más importante es cómo entiende ella esa cristiandad: lo que ella le pide a Dios no son milagros o fuerzas, ella entiende que debe lidiar con su Destino por sí misma y debe hacer frente con su propio poder a lo que se le venga encima. No, lo que ella busca en Dios es serenidad. La vemos arrodillándose frente a la tumba de Kotori, reflexionando por un momento, buscando en su interior aquello que quiere proteger. Después, se levanta con una sonrisa e inicia las presentaciones. Para Kamui, Yuzuriha, e incluso Sorata y Arashi, Karen es casi como una madre: inteligente, amable, comprensiva, firme. Aoki en cambio la ve de otra manera, más como una hermana o una mejor amiga, y será en ella en quien encontrará el consuelo tras haberse separado de su amada familia.


¡¿Pero es que en esta historia nadie sabe usar el suelo?!

Hablemos ahora un poco de Hinoto: la Princesa Soñadora de los Dragones del Cielo no escapa de los problemas que acosan a los videntes de sueños del CLAMPverso. Ella, que en un principio muestra una imagen de sí misma frágil y gentil -Kamui la describe muy bien, dice que Hinoto es como agua o viento-, sueña después con su propia muerte, y esto engendra en ella una chispa de miedo que se convertirá en una llama que la consumirá por completo. Podríamos pensar que la Hinoto que busca destruir a los Dragones del Cielo es, en esencia, malvada, pero esto no es realmente así. Esta segunda Hinoto no es realmente mala, simplemente está asustada. Los sueños han traído a su mente un futuro que teme, y su estratagema no es más que un intento de luchar contra ese Destino al que ella misma tilda de inalterable.

Sin embargo, la primera Hinoto sigue ahí, triste, pero hermosa y valiente. Finalmente decide cumplir con el Destino que los sueños le han revelado, pero no por resignación, sino porque sabe que esto ayudará a Kamui a cumplir su deseo. Hinoto no muere entonces para destruir la maldad de su otro yo -que, como dije antes, no es intrínsecamente malvado-, sino para traer algo bueno al mundo. El sacrificio de Hinoto sirve entonces para darle una oportunidad a Kamui, fiel reflejo de esto son las últimas palabras de la princesa: "déjame creer en ti".


Hola, soy Tokiko y me brilla el útero.

Tenemos entonces a un Kamui que ha adoptado una resolución, y está dispuesto a darlo todo por defender la última de las Zonas Protegidas: la Torre de Tokyo. La gigantesca estructura es la delgada línea que nos separa del fin del mundo, y Kamui inicia su batalla personal con la intención de acabar con su enemigo. Sin embargo, la determinación del joven pronto se quiebra, así como la Espada Divina que porta. ¿Está entonces el mundo abocado a la destrucción? ¿Han ganado los Dragones de la Tierra? No. Un agotado Subaru acude al rescate de Kamui, levantando una efímera Zona Protegida en torno a la Torre. Y mientras esta Zona Protegida desaparece, Subaru le hace a nuestro protagonista una sencilla pregunta: "¿te arrepientes de estar aquí?". Finalmente, Kamui comprende que está ahí por una razón, y ahora sí, con esa resolución inicial restaurada, se acerca a su Estrella Gemela, y cumple, a su manera, con el sueño de la Princesa Hinoto.

Kamui ha sido derrotado, y los Dragones del Cielo han sido eliminados. Sin embargo, esto no supone una victoria para los Dragones de la Tierra, pues la Zona Protegida de Kamui sigue en pie, soportando no solo Tokyo, sino todo el planeta, para la eternidad.
Volvemos entonces al tema del Destino: ¿permanece, finalmente, inamovible? En el caso de Kamui, sí. Sin embargo, esto supone la autodestrucción del Destino; pues al hacer cumplir a Kamui con su cometido, se ha eliminado el que pesaba sobre el resto de la humanidad. Hinoto soñó la derrota de Kamui, y él, sabiendo que no podía escapar a este Destino, tomó la decisión de cumplirlo a su manera. Kamui podría haber sido derrotado de cualquier forma, y eso habría supuesto el fin del mundo. Pero él mismo decidió poner su esperanza en el corazón de Fuuma, y con ella, su Zona Protegida. Así, se cumple finalmente el Destino elegido por Kamui: el mismo final del Destino.


Cositas malas, y tal.

Resumen de la Review

Lo mejor: una historia excelente, unos personajes cuanto menos carismáticos (Sorata <3), y una banda sonora impecable, con todo el sabor de los clásicos de los 90. Merece la pena.

Lo peor: el final, al ser propio del anime, puede hacerse algo apresurado y ñoño, desentonando con el resto de la historia. Cuán aburriente es la historia de Satsuki.

Puntuación: 9/10

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